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lunes, 2 de noviembre de 2009

El cielo y el infierno


Un guerrero samurai se presentó ante un gran maestro zen y le preguntó:
- Maestro, ¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Donde estan las puertas de entrada?
¿Cual es el camino que conduce a ellas?
El samurai era un guerrero sencillo y no pretendía aprender ninguna doctrina, solo quería saber donde estaban las puertas para evitar el infierno y entrar al cielo. Los samurais solo conocen dos cosas: la vida y la muerte.
Entonces el maestro le respondio con otra pregunta:
-¿Quien eres? -Le cuestiono.
-Soy un samurai - le respondio el guerrero -. Soy un jefe de samurais. Hasta el emperador mismo me respeta .
En Japón ser samurai es algo que da mucho prestigio.
Un samurai es un guerrero perfecto, un hombre que no dudaría un instante en arriesgar su vida.
- ¿Un samurai tú? pareces un mendigo -dijo el maestro, mientras se reia frente a él, provocando su ira.
El samurai se sintio herido en su orgullo y olvidando su propósito saco su espaday cuando estaba a punto de matar al maestro zen, éste, levantando la mano, le dijo:
-Esta es, precisamente, la puerta del infierno: esta espada, esta ira y esta arrogancia te abren la puerta.
Inmediatamente el samurai entendió y puso de nuevo la espada en su cinto. Entonces el maestro le dijo:
-Aqui es cuando se abren las puertas del cielo.

martes, 9 de junio de 2009

El arcangel


Cuenta una historia, que en cierta ocasión llego un caracol al cielo. El animalito habia venido arrastrandose kilometros y kilometros desde la tierra, dejando un surco de baba por los caminos perdiendo tambien trozos del alma por el esfuerzo. Y al llegar al mismo borde del pórtico del cielo. San pedro lo miro con compasión. Le acaricio con la punta de su baston y le pregunto: "¿Que vienes a buscar tu al cielo, pequeño caracol?".
El animalito, levantando la cabeza con un orgullo que jamas se hubiera imaginado en él, respondio: "Vengo en busca de la inmortalidad". Ahora San Pedro se echo a reir francamente, aunque con ternura. Y pregunto:
"¿La inmortalidad? ¿Y que haras tú con la inmortalidad?".
No te rias -dijo ahora el caracol- ¿Acaso no soy yo tambien una criatura de Dios, como los arcángeles? ¡Si eso soy, el arcangel caracol!".
Ahora la risa de San pedro se volvio un poco mas malintecionada e irónica: "¿Un arcangel tu? Los arcángeles llevan alas de oro, escudo de plata, espada flamigera, sandalias rojas, ¿Donde estan tus alas, tu escudo de plata, tu espada y tus sandalias?".
El caracol volvio a levantar con orgullo su cabeza y respondio: "Estan dentro de mi caparazón. Duermen. Esperan."
"Y ¿Qué esperan, si puede saberse?" , arguyo San pedro. "Esperan el gran momento", respondio el molusco. El portero del cielo, pensando que el caracol se habia vuelto loco de repente, insistio: "¿Que gran momento".
"¡Este!", respondio el caracol, y al decirlo dio un gran salto y cruzo el dintel de la puerta del paraiso, del cual ya nunca pudieron echarle.