miércoles, 26 de noviembre de 2008

Avanzar y detenerse


El coraje tiene dos rostros, el de avanzar y el de detener­se o de retirarse. En la vida de los individuos, de las empre­sas y de los pueblos, hay momentos particularmente favo­rables en los que se pueden hacer cosas extraordinarias. En esos momentos se puede forzar el destino, atreverse, lanzar­se hacia adelante. Los griegos llamaban Kairós a ese momento excepcional. Pero es preciso saber reconocer la ocasión, el mo­mento propicio. Y para poder hacerlo es menester una inteli­gencia lúcida, saber descifrar las señales que nos llegan de la realidad, pero también requiere un esfuerzo por nuestra par­te. Porque todos tendemos a pensar que las cosas continuarán del mismo modo, nos aferramos a los hábitos y tenemos mie­do de arriesgarnos.A menudo las señales que nos llegan de la realidad son in­tensas, pero nosotros no sabemos captarlas. En Italia, apenas terminada la guerra, la gente tenía ganas de vivir y de estar bien. Pero los ideólogos, los intelectuales y los eco­nomistas no lo entendieron.

Por ejemplo, pensaban que la mo­torización llegaría muy tarde y, como en otros países, con el automóvil. Por suerte hubo empresarios que sí entendieron las necesidades de la gente y su deseo de movilidad.

Pero si hace falta intuición y coraje para lanzarse hacia ade­lante cuando las circunstancias son favorables, también hace falta intuición y coraje para darse cuenta de que las circunstan­cias son adversas y de que ha llegado el momento de detener­se o de retirarse.

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